(In memoriam Jorge Luis Borges)
No hay hombre que tenga el valor de rechazar
un sorbo de agua antes de entrar en el desierto, ni mujer que arranque
una rosa después de haber salido del infierno. Como tú,
Jorge Luis, prefiero los siniestros simulacros que ofrecen los espejos
a los hijos de la carne. Comparto la aversión por el rito simple
que a ti te horrorizaba y a mí me ha dejado indiferente; he amado
a Beatriz sin ser correspondida pero también he sido Emma Zunz
y Ulrica y Francesca caminando por el Segundo Círculo, desafiante.
Tampoco temo a la muerte, Jorge Luis, sólo al dolor, por eso
me agarro a la literatura como a un clavo ardiendo, porque alguna que
otra vez me he quemado, o como tú, he soñado con quemarme.
Enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible,
pero nunca si uno muere antes, Jorge Luis. Estar enamorado es percibir
lo único que hay en cada persona, aunque lo único
pueda resultar mortal, Jorge Luis, eso único que no puede
comunicarse salvo por medio de hipérboles y metáforas,
o del silencio, Jorge Luis, del silencio que precede al orgasmo donde
los amantes pueden sobrevivir al infierno.
Silvia Rins
No hay comentarios:
Publicar un comentario